En este contenido alusivo a la Navidad en el sector rural, trataré de resaltar y compartir hechos particulares que tuve oportunidad de observar y disfrutar. Los campesinos usualmente festejan con júbilo la llegada del Niño Dios, a pesar de sus notables carencias y limitaciones, rubricando este momento con sus propias decisiones y disponibilidades; digamos entonces, que además de carecer de electricidad o estar ubicados en sitios alejados de las ciudades, tratan de sustituir y compensar estas y otras dificultades con sus propias acciones. Los primeros en iniciar la tarea son los maestros(as) de las escuelas, pues su calendario les obliga ausentarse de las comunidades a principios del mes. Allí se realizan actividades culturales, alimenticias y lúdicas, con marcado espíritu navideño. Seguidamente participan algunas instituciones públicas y privadas qué en época decembrina, efectúan eventos bien aceptados por los agroproductores y sus familias. Es costumbre llevar regalos a los niños, ropa, alimentos especiales e insumos agropecuarios; inaugurar cualquier obra de beneficio colectivo, dotar de títulos de propiedad de tierras u otorgar créditos flexibles. Asimismo, se realizan intercambios deportivos o culturales con sujetos de las comunidades rurales.
Los productores rurales consolidados o digamos mejor, bien establecidos, suministran regalos a los hijos de sus encargados, obreros calificados y agrotécnicos, así como también comparten momentos de acercamiento previos y posteriores a la navidad, como reconocimiento al trabajo anual en sus fincas. Es bueno significar que durante la temporada navideña, se trasladan al campo contingentes de personas urbanas buscando aprovechar las condiciones naturales del área, como ríos, lagunas, cascadas, climas fríos o ambientes tropicales, fortaleciendo lo que se denomina Turismo Rural. Es por consiguiente, un intercambio socioeconómico importante. Recuerdo que la decoración de las viviendas era casi siempre un pesebre, realizado con materiales autóctonos del área, además adornado con bambalinas y guirnaldas multicolores de papeles crepé y multifunción. Habitualmente se baila música llanera, andina, campesina, ranchera o ritmos populares de orquestas del país, lógicamente cada zona con sus preferencias propias. No debemos olvidar, que en esta zona fronteriza del país, muchos propietarios o trabajadores del campo son de procedencia Colombiana, por lo cual se matiza aún más el mosaico que les estoy mostrando.
En mi paso por el sector público y actividad gremial, pude disfrutar buena parte de estas actividades, pero también en lugares empresariales, donde se festeja en excelentes instalaciones privadas o colectivas en condiciones VIP, o sea, buen trago, carne en vara, sancocho, mondongo, hallacas y pare usted de contar. En ambos escenarios hay concurrencia de pobres y ricos, blancos y negros, ateos y cristianos, propios y extraños, etcétera, son momentos de franca camaradería, contrastando con lo que sostienen los detractores del trabajo compartido y hecho con responsabilidad social. En el ambiente campestre del Uribante-Arauca (Táchira, Apure, Barinas) se maneja arraigadamente la pólvora negra elaborada en las zonas anotadas, la asistencia a eventos religiosos en las iglesias y capillas más cercanas, las competencias recreativas y la tradicional “quema del año viejo”. Aun cuando a veces se presenta uno, dos o tres “guerrillos” que trancan el juego momentáneamente; pero al poco rato se alejan y vuelve todo a la normalidad. En síntesis, se puede asegurar que no todo es frío, lúgubre y peligroso, como también lo pregonan otros, sino por el contrario domina una celebración festiva, familiar, tradicional y religiosa.
Néstor H. Diciembre 2021